miércoles, 5 de noviembre de 2014

La Gran Sara, incansable viajera.

De mis tiempos prehistóricos, es decir anteriores a la publicación y sobre todo cuando aún pecaba de la duda de si lo que había escrito sería “legible” e interesante a los demás, recuerdo como vivía la incertidumbre de enseñar a alguno/as lectora/es mis manuscritos. Quiero hacer en estas líneas del blog un sincero homenaje a ciertas personas, que ahora por fin son lectora/es, y que con sus comentarios positivos me ayudaron a lanzarme a la arena literaria para lidiar contra los leones.




En especial a Sara Ruiz que tuvo la gran paciencia de ir recibiendo no uno sino dos libros a través del correo electrónico, capítulo a capítulo. De manera que el proceder era el siguiente, yo enviaba por Internet a México Distrito Federal el primer capítulo del “Delirio” desde Barcelona y ella se lo le leía y me contestaba aportando su opinión, solicitando más madera, “ándale ya”, el capítulo siguiente. Así hasta acabar el libro y entonces me daba una opinión de conjunto más completa.

A todo esto, como gran viajera que es, no dejábamos de compartir los proyectos anuales de escapadas que en su caso, a veces resultaban de cuatro meses, una auténtica proeza a su edad, que en ese momento superaba con creces los sesenta. Por esa época Merche y yo tuvimos la suerte de coincidir unos días en la isla de Malta con ella y su amiga de la Alemania Oriental, residente en Suiza, Christine. Nos pusimos al corriente de nuestras vidas, después de muchos años de haberla conocido en Madagascar.

Diminuta y vivaracha, simpática y cosmopolita, la quiero de corazón y siempre la tengo presente. A ella como a nosotros, le gusta recorrer el mundo en los medios locales, por tierra, pasito a pasito, disfrutando de las gentes y los paisajes. Qué maravillosa idea la de pedir a su amigo mexicano, Walter Arias que en julio se pasó unos días por nuestra ciudad, que se pusiera en contacto conmigo y de esa forma se llevara para su país un ejemplar dedicado.

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